I. BOHEMIA - Vecchia Zimarra
La Bohemia de Puccini contiene una serie de cuadros que tienen el dinero –o la falta de dinero– como tema e hilo conductor de la acción. Los bohemios –cuatro, que comparten una buhardilla y cultivan otras tantas ramas de la cultura– mueren de frío y, para calentarse, alimentan la chimenea con la obra en marcha –un drama– del poeta Rodolfo. El casero, en el primer acto, viene a reclamar el alquiler. Los bohemios inician una conversación “de hombres” –vale decir, sobre mujeres–, y cuando el casero, después de hacer alarde de mujeriego, dice que es casado, los bohemios estallan en un ataque de indignación moral y lo echan afuera –sin pagar el arriendo. Las incidencias en torno del dinero continúan presidiendo la acción.
En el segundo acto, una ex amante del pintor Marcelo –Musetta, quien para escapar a la miseria se ha puesto bajo la protección de un viejo ministro– llega con éste al café donde el grupo de bohemios celebra la burla hecha al casero. Musetta se las ingenia para burlar a su protector (su bacán, en lenguaje tanguístico) y de contera hacerle pagar el consumo de todo el grupo (como lo haría la mina de un tango). En los dos actos siguientes, las incidencias monetarias pasan de lo picaresco a lo dramático. Rodolfo y Mimí, que se hicieron amantes en el primer acto de la ópera, toman, en medio de la nieve que cae, la dolorosa decisión de separarse en la primavera. Se aman intensamente, pero Mimí ha enfermado de tuberculosis y el poeta carece de medios para procu- rarle medicinas y alimentos que impidan el progreso de su mal. (Quien pregunte por qué Rodolfo, amándola tanto, no busca un empleo, merece el insulto que Marx y Engels prodigaban a cuatro manos: el de filisteo. Con un empleo y un ingreso regular, el poeta bohemio que es Rodolfo no sería ni poeta, ni bohemio, y tampoco existiría La Bohemia). Mimí, ya separada de Rodolfo, se hace amante de un vizconde, viejo y rico, pero ello no la salva del temido desenlace. En el acto final de la ópera, Mimí, sintiendo que se aproxima su fin, abandona al amante rico y, ayudada por Musetta, se arrastra hasta la buhardilla de los bohemios, para venir a morir cerca de Rodolfo. En su agonía, se queja del frío que congela sus manos –ello con un fondo melódico que rememora de manera conmovedora la ‘gelida manina’, aria que le fue dedicada por Rodolfo la noche en que se conocieron y que es emblemática de la ópera. Mientras Musetta va a vender sus aretes para traer un manguito que caliente las manos de Mimí, otro bohemio, el filósofo Colline, decide ir al monte de piedad a empeñar su viejo y único gabán para comprar medicinas. Con el aria ‘Vecchia Zimarra’ el filósofo se despide de su gabán, prenda que viene a simbolizar las proclamas del romanticismo bohemio: en su desgaste, el rechazo de la vida convencional, con la pobreza como precio; en sus bolsillos, portadores a menudo de preciosos libros, la custodia reverencial de la cultura; y en su espalda jamás plegada, el rechazo de los poderes nada sublimados del dinero y las jerarquías sociales. |
Vecchia Zimarra
Vecchia zimarra, senti, io resto al pian, tu ascendere il sacro monte or devi. Le mie grazie ricevi. Mai non curvasti il logoro dorso ai ricchi ed ai potenti. Passâr nelle tue tasche come in antri tranquilli filosofi e poeti. Ora che i giorni lieti fuggîr, ti dico: addio, fedele amico mio. Addio, addio. |
Viejo Gabán
Viejo gabán, escucha. Yo permanezco en el llano mas tú debes ascender ahora al monte de piedad. Recibe mi agradecimiento. Nunca doblaste tu gastada espalda Ante el rico y el poderoso. Tus bolsillos, como calmos refugios, han guardado las obras de filósofos y poetas. Ahora que los días felices han huido, yo te digo: Adiós, mi fiel amigo. Adiós, adiós. |
II. ARRABAL - Viejo Smoking
Empecemos con tres figuras fundamentales del arrabal tanguero: la mina, el bacán y el taita. (Sobre otros términos lunfardos, ver abajo “vocabulario mínimo”). El término mina tiene el significado general de mujer. En los primeros tangos es la fiel compañera. Pero, con el correr del tiempo, adquiere otros matices de significación, nada reverentes. La mina es la milongue- ra, la mujer de costumbres livianas que frecuenta los bailongos y lugares de rumba. También la amante ilícita o la querida –la moza, que decimos los colombianos. Finalmente, las minas son mujeres que bordean o ejercen la prostitución, y que, necesitadas de protección en me- dio de los azares de la vida del barrio, llegan a formar parte del plantel de un taita o macho valedor. De manera particularmente importante desde el punto de vista que aquí más nos interesa –las significaciones de orden monetario– la mina es el objeto que atrae al bacán y de cierta manera hace de él un personaje de la vida del barrio. El amor por la mina es el sentimiento más evocado en el tango; la mina desleal es llorada o vilipendiada o asesinada en muchos tangos. Al igual que el término mina, el de bacán tiene significados cambiantes. Primero, designa al varón que dispone de recursos económicos, procedente de sectores sociales más altos, extraño por su origen al barrio pero que lo frecuenta y llega a formar parte de él atraído por las minas, o sea gracias a una fascinación nabokoviana por lo popular o socialmente bajo. Pero el término bacán significa después, de manera predominante, una persona que vive sin privaciones, en medio del lujo y la elegancia, y que llega a gozar inclu- so de ventajas morales. Decir de alguien que es un bacán significa que es un individuo ecuánime, indulgente, que disfruta las cosas placenteras de la vida. Del bacán hablan los tangos, ora con resentimiento, ora con admiración. Viene finalmente el taita. Es un hijo del arrabal, de su miseria y privaciones, que adquiere prestigio y poder gracias a sus virtudes personales: sus puños –o puñales–, su valentía que no retrocede ante la muerte, su don de mando. Es un guapo entre matones, sin padrinos ni agachadas, sometido tan sólo a las leyes y valores del malevaje. Ello le vale el amor y la obediencia de las minas, a las que protege y que llegan a mantenerlo. El taita es el ser más prestigioso que produce el barrio, y a él le están dedicados muchos tangos. Los tres personajes descritos constituyen los polos de un circuito en que el dinero es vínculo y valor circulante: el bacán trae su dinero al barrio don- de lo gasta en las minas o en compañía de las minas, quienes lo pasan al taita o guapo pro-
tector, quien, al cierre del ciclo, hace suyos los índices de la bacanería: desde dinero para el gasto dispendioso hasta el uso de la prenda de vestir más llamativa: el smoking. En esta parte de nuestro estudio, el tema concreto es ‘Viejo Smoking’, tango con letra del poeta bohemio bonaerense Celedonio Flores (letrista igualmente de ‘Mano a Mano’ –nada menos). Fue estrenado en 1930 por Carlos Gardel, 34 años después de La Bohemia de Puccini. Esas fechas son importantes para el investigador porque dado el evidente paralelismo entre ‘Viejo Smoking’ y ‘Vecchia Zimarra’ no dejan dudas sobre quién pudo haber inspirado a quién. El que habla en ‘Viejo Smoking’ es un viejo gigoló, vale decir un taita retirado (por la edad, que es también lo que retira a los atletas). De lo que se ha retirado el taita-gigoló no es so- lamente del plantel de minas que él protegía y que lo financiaban, sino de sus referencias personales identificatorias, exactamente coincidentes con las que definen al tanguero: el café, las barras de amigos, los bailes o milongas, y esos índices de marginalidad que son la práctica grupal del lunfardo y la vida orillera, en los bordes del código penal (el tanguero serio puede presumir incluso de canero viejo –veterano de cárceles). Si el tango, en la letra de ‘El Choclo’, salió del sórdido barrial buscando el cielo (como se sabe, su cielo fue París), el taita en ejercicio proyecta su prestigio hasta las esferas culturales más sublimes. Entende- mos así que el excelso literato Jorge Luis Borges, en la inconfundible figura de un bibliote-cario, haya llevado su fascinación por el guapo hasta casar, en un pueblo perdido del Sur, una pelea a cuchillo (un duelo criollo) con uno de esos compadritos que frecuentaban cafe- tines y bailongos antes de 1914. (Ver la narración “El Sur”, reproducida en la sección ‘Selecciones’ de este Archivo). Los duelos a cuchillo eran frecuentes en los comienzos del tango, de la misma manera que parejas de bailarines varones, “de lengue y sin un mango” (sin un peso), floreaban sus cortes y quebradas en el empedrado de las calles. Borges amaba esos tangos y esos duelos, y esos cortes y quebradas que él decía haber visto en las veredas, tanto como después manifestó su desafecto por los tangos con letras sentimentales inaugu- rados también por Gardel, en 1917, con ‘Mi Noche Triste’. El smoking, en su condición de prenda de clase alta, elegante y costosa, es ostentado por el taita como prueba de que sus prestigios de guapo le granjearon la sumisión de muchas minas, y por conducto de ellas el dinero traído al barrio por los bacanes. (El mismo Gardel adoraba el smoking, y lo lucía siempre en sus actuaciones, excepto en Europa. En Europa, Gardel, un pillastre criado en los alrededores de la popularísima Plaza del Abasto, fungía de gaucho vistiendo bombachas de jinete pampero para satisfacer el folclorismo de públicos como el parisiense). Si con su atracción por las minas las clases altas, en la persona del ba- cán, manifiestan sus inclinaciones barriobajeras, el taita de arrabal manifiesta sus berretines de bacán luciendo las prendas suntuosas adquiridas con el dinero obtenido por conducto de las minas. Como nos muestran el aria ‘Vecchia Zimarra’ y el tango ‘Viejo Smoking’ aquí estudiados, para bohemios y para arrabaleros la casa de empeños es lo que llaman los economistas el prestamista de último recurso. En el aria y en el tango el vocalista le canta a su prenda per- sonal más preciada. El bohemio operático, para traer medicinas a la amiga enferma, se despi- de de su gabán que va a llevar al monte de piedad, recordando adolorido los preciosos libros –poéticos y filosóficos– que esa prenda llevó muchas veces en sus bolsillos, y en especial el hecho de que nunca dobló el gastado dorso ante personas de poder. El taita retirado, que duerme sobre las tablas de la cama porque ha empeñado hasta el colchón, manifiesta en cambio su resolución de salvar del empeño su viejo smoking, prenda que es para él motivo de legítimo orgullo y de profundo apego –el último vestigio que le resta de su pasada fama de gigoló. |
Vocabulario mínimo
bacán --hombre pudiente, de clase media o alta
berretín --pretensión caprichosa boliche --local público para beber y bailar, cantina botón --vigilante, celador bulín -- habitación --cuarto modesto, o especial para citas amorosas campanear --mirar, atender cana --cárcel catrera --cama compadrito --hombre prepotente y pendenciero compadrear --alardear, ostentar --mostrarse conventillo --casa de inquilinato cotorro --cuarto pobre estuque --yeso blanco usado como cosmético garaba --muchacha --mujer sometida a un taita |
lengue --pañuelo de compadritos anudado al cuello
mango --peso (moneda) manyar --darse cuenta, conocer --comer milonga --fiesta, baile milonguera --rumbera; cabaretera mina --mujer --mujer licenciosa --prostituta con gigoló mozo --tipo, hombre papa --mujer llamativa --cosa óptima papusa --mujer bonita y elegante pulpería --tienda popular taita --hombre valiente, dominante, guapo --malevo tallar --mandar, mangonear, sobresalir taura --hombre camorrista, de mucho coraje vento --dinero |
Viejo Smoking
Campaneá cómo el cotorro va quedando despoblado todo el lujo es la catrera compadreando sin colchón y mirá este pobre mozo cómo ha perdido el estado, amargado, pobre y flaco como perro de botón. Poco a poco todo ha ido de cabeza p'al empeño se dio juego de pileta y hubo que echarse a nadar. Sólo vos te vas salvando porque pa' mi sos un sueño del que quiera Dios que nunca me vengan a despertar. Viejo smocking de los tiempos en que yo también tallaba... ¡Cuánta papusa garaba en tus solapas lloró! Solapas que con su brillo parece que encandilaban y que donde iba sentaban mi fama de gigoló. Yo no siento la tristeza de saberme derrotado y no me amarga el recuerdo de mi pasado esplendor; no me arrepiento del vento ni los años que he tirado, pero lloro al verme solo, sin amigos, sin amor; sin una mano que venga a llevarme una parada, sin una mujer que alegre el resto de mi vivir... ¡Vas a ver que un día de estos te voy a poner de almohada y, tirao en la catrera, me voy a dejar morir! Viejo smocking, cuántas veces la milonguera más papa el brillo de tu solapa de estuque y carmín manchó; y en mis desplantes de guapo ¡cuántos llantos te mojaron! ¡cuántos taitas envidiaron mi fama de gigoló! |