|
TRADUCCIONES
- Leer Jean-Paul Sartre
- Cuerpos en reposo y en movimiento Siddharta Mukherjee
- El mentiroso Tobias Wolff
- La madre escribiendo Inés Arrubla
- La audición Inés Arrubla
- Primeros amores Inés Arrubla
- El beneficio de la duda Stanley Ellin
- El último Saint-Ouen 29 Stanley Ellin
- La apuesta Stanley Ellin
- Las siete virtudes capitales Stanley Ellin
- A vous la balle Stanley Ellin
- La pregunta Stanley Ellin
|
EL BENEFICIO DE LA DUDA Stanley Ellin
Mr Willoughby encontró un asiento libre en el coche salón del tren y prestamente se acomodó en él. Hasta aquí, pensó agradecido, las vacaciones eran todo un éxito. Ni un asomo de los dolores de cabeza que tanto lo atormentaran durante el último año. (...) -Traducción de Mario Arrubla- PDF - Enlace al texto |
CUERPOS EN REPOSO Y EN MOVIMIENTO Siddharta Mukherjee
A finales de los años 1920, el fisiólogo Walter Cannon acuñó la palabra “homeostasis”... los teóricos abrazaron la idea de sistemas autoco-rrectores, resistentes al oleaje, al zarandeo de las fuerzas de cambio...[que] tenían la capacidad de mantener constantes sus condiciones internas por medio de acciones autorreguladoras y de fuerzas compensatorias. (...) -Traducción de Mario Arrubla- PDF - Enlace al texto |
El MENTIROSO Tobias Wolff
Traducción de Mario Arrubla
Me preguntó qué hacía yo en esa ciudad y le respondí que trabajaba con refugiados del Tíbet.
“¿De verdad? ¿Y qué haces tú con una partida de tibetanos?” preguntó la mujer.
“Me parece que hay muchos otros lugares adonde podrían ir”, dijo un hombre cerca de nosotros. “¿Por qué tienen que venir aquí? Nosotros no vamos allá”.
“¿Qué haces tú con una partida de tibetanos?”, volvió a preguntar la mujer.
“Buscarles empleo, conseguirles casa, escuchar sus problemas”.
“¿Tú entiendes lo que dicen?”
“Sí”.
“¿Y hablas?”
“Muy bien. Yo nací y fui criado en el Tíbet. Mis padres eran misioneros allá”.
Todos quedaron en suspenso. Después de un corto silencio, dije en voz baja:
“Los mataron los comunistas cuando invadieron el Tíbet”.
La mujer me dio palmaditas en el brazo.
“Está bien”, dije.
“¿Por qué no dices algo en tibetano?”
“¿Qué quiere que diga?”
“Di: La vaca saltó sobre la luna". Me escuchó, sonriendo, y cuando terminé de decirlo
miró a los otros y sacudió la cabeza. “Eso es bello. Parece música. Di algo más”. (...)
“¿De verdad? ¿Y qué haces tú con una partida de tibetanos?” preguntó la mujer.
“Me parece que hay muchos otros lugares adonde podrían ir”, dijo un hombre cerca de nosotros. “¿Por qué tienen que venir aquí? Nosotros no vamos allá”.
“¿Qué haces tú con una partida de tibetanos?”, volvió a preguntar la mujer.
“Buscarles empleo, conseguirles casa, escuchar sus problemas”.
“¿Tú entiendes lo que dicen?”
“Sí”.
“¿Y hablas?”
“Muy bien. Yo nací y fui criado en el Tíbet. Mis padres eran misioneros allá”.
Todos quedaron en suspenso. Después de un corto silencio, dije en voz baja:
“Los mataron los comunistas cuando invadieron el Tíbet”.
La mujer me dio palmaditas en el brazo.
“Está bien”, dije.
“¿Por qué no dices algo en tibetano?”
“¿Qué quiere que diga?”
“Di: La vaca saltó sobre la luna". Me escuchó, sonriendo, y cuando terminé de decirlo
miró a los otros y sacudió la cabeza. “Eso es bello. Parece música. Di algo más”. (...)
ESPERANDO A LOS BÁRBAROS Constantin Kavafis
(Versión editada por Mario Arrubla con base en la traducción de José M. Álvares confrontada con traducciones al inglés y al francés)
¿Qué estamos esperando, congregados en el ágora?
Hoy llegan los bárbaros. ¿Por qué el Senado está paralizado? ¿Por qué los senadores no legislan? Porque hoy llegan los bárbaros. ¿Para qué van a legislar los senadores? Cuando lleguen los bárbaros, ellos harán las leyes. ¿Por qué nuestro Emperador se ha levantado al alba, y luciendo su corona, en su alto trono, a la entrada de la ciudad espera solemne? Porque hoy llegan los bárbaros y nuestro Emperador recibirá a su líder. Le entregará, a manera de tributo, un pergamino, con toda suerte de títulos y con las más altas distinciones. ¿Por qué los dos cónsules y los pretores visten sus togas púrpuras, de preciosos brocados? ¿Por qué lucen pulseras de amatistas y brillantes anillos de esmeraldas? ¿Por qué llevan espléndidos bastones con hermosos grabados de oro y plata? Porque hoy llegan los bárbaros. Y esos lujos deslumbran a los bárbaros. ¿Por qué nuestros oradores más ilustres cesaron de perorar como acostumbran? Porque hoy llegan los bárbaros. Y a los bárbaros les choca la retórica y les aburren a muerte los discursos. ¿Por qué tanta inquietud, tanto alboroto? (¡Qué gravedad hay en todos los rostros!) ¿Por qué la multitud desocupa de repente plazas y calles y todos vuelven sombríos a sus casas? Porque cae la noche y no llegan los bárbaros. Y gente venida de la frontera dice que ya no hay bárbaros. Y ahora, ¿qué será de nosotros sin los bárbaros? Quizás ellos eran una solución, después de todo. |
EL ÚLTIMO SAINT-OUEN 29 Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla
LA APUESTA Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla
La oportunidad se presentó para Hugh cuando Raymond se embarcó en una exposición sobre los ardides que se emplean para realizar escapes. Eran innumerables, dijo. Casi cualquier cosa de la que se pudiera echar mano podía resultar efectiva. Un alambre, un trozo de metal, incluso un pedazo de papel –en una u otra ocasión él había utilizado todos esos recursos.
“Pero entre todos ellos”, dijo con repentina solemnidad, “hay uno por el que yo apostaría mi vida. Extrañamente, es uno que no puede verse, que no puede tenerse en la mano –de hecho, para muchos ni siquiera existe. Sin embargo, es el que yo he utilizado más a menudo y nunca me ha fallado”.
El doctor se inclinó hacia adelante, los ojos brillantes de interés. “¿Y es—?”
“Es el conocimiento de la gente, amigo mío. O, en otras palabras, el conocimiento de la naturaleza humana. Para mí es tan vital como para usted el bisturí”. (...)
“Pero entre todos ellos”, dijo con repentina solemnidad, “hay uno por el que yo apostaría mi vida. Extrañamente, es uno que no puede verse, que no puede tenerse en la mano –de hecho, para muchos ni siquiera existe. Sin embargo, es el que yo he utilizado más a menudo y nunca me ha fallado”.
El doctor se inclinó hacia adelante, los ojos brillantes de interés. “¿Y es—?”
“Es el conocimiento de la gente, amigo mío. O, en otras palabras, el conocimiento de la naturaleza humana. Para mí es tan vital como para usted el bisturí”. (...)
LAS SIETE VIRTUDES CAPITALES Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla
P. O. D. Evergreen dijo, “Sí, y el resto de los llamados vicios se revelan también como las más sólidas virtudes si los miras desde una transmutación de valores inteligente y honesta. De la avaricia o codicia ni siquiera es necesario hablar: todo hombre de mérito es en el fondo un codicioso. La gula y la lujuria gozan hoy de un amplio reconocimiento –hablando en términos prácticos, por supuesto. El hombre Evergreen Enterprises que asiste a una convención o que está en viaje de negocios es el representante de la compañía para todos los efectos. Si es capaz de comer más, beber más y copular más que todos los representantes de la competencia, el prestigio que él gana repercute en la imagen de la compañía, lo que favorece los negocios. Por supuesto, nosotros lo aviamos con una clara ventaja. Aquí deseamos que se entregue a esas actividades despreocupadamente, sin culpas ni inhibiciones. Nadie le pedirá que responda por su cuenta de gastos de representación o por sus costumbres. Es un hombre por completo libre, un hombre superior. (...)
|
A VOUS LA BALLE Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla
La historia de Madame Lagrue, la más próspera y tristemente célebre marchante de malos cuadros de Butte Montmartre; de O’Toole, el pintor desnutrido; de Fátima, la modelo vengativa que amaba a O’Toole, y de lo que pasó entre ellos, comienza propiamente en la galería de Madame Lagrue en la calle Hyacinthe. (...)
|
Dibujo de Titus Neijens
|
LA PREGUNTA Stanley Ellin
|