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                          TRADUCCIONES

  • LEER  Jean-Paul Sartre  
  • CUERPOS EN REPOSO Y EN MOVIMIENTO  Siddharta Mukherjee  
  • MAMI ESCRIENDO  Inés Arrubla
  • LA AUDICIÓN  Inés Arrubla
  • PRIMEROS AMORES  Inés Arrubla​
  • EL BENEFICIO DE LA DUDA  Stanley Ellin
  • EL ÚLTIMO SAINT-OUEN 29  Stanley Ellin
  • LA APUESTA  Stanley Ellin  
  • LAS SIETE VIRTUDES CAPITALES  Stanley Ellin
  • A VOUS LA BALLE  Stanley Ellin
  • LA PREGUNTA  Stanley Ellin
  • El MENTIROSO  Tobias Wolff  ​

LEER  Jean-Paul Sartre
Traducción de Mario Arrubla

Título original: 'Lire' –primera parte de "Las palabras" ("Les mots"). La presente traducción, sobre el texto de Les Temps Modernes, fue la primera que se hizo al español. Fue publicada en la revista colombiana Estrategia, en sus ediciones de noviembre de 1963 y enero de 1964, y revisada por el traductor para la revista cultural Al Margen en 2005.
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                                           Ilustración de Titus Neijens

No hay padre bueno, esa es la regla. Los hombres no tienen la culpa de ello, sino el lazo de paternidad, que está podrido. Hacer niños es un placer, pero tenerlos es una iniquidad. Si mi padre hubiera vivido, se habría echado sobre mí con todo su peso y me habría aplas-tado. Afortunadamente, murió cuando yo acababa de nacer. En medio de los Eneas que llevan a cuestas a sus Anquises, paso de una orilla a otra, detestando a esos progenitores invisibles montados a horcajadas sobre sus hijos durante toda la vida; he dejado atrás a un joven difunto que no tuvo tiempo de ser mi padre y que, hoy por hoy, podría ser mi hijo. (...)
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LEER  Jean-Paul Sartre  --Traducción de Mario Arrubla--

No hay padre bueno, esa es la regla. Los hombres no tienen la culpa de ello, sino el lazo de paternidad, que está podrido. Hacer niños es un placer, pero tenerlos es una iniquidad. Si mi padre hubiera vivido, se habría echado sobre mí con todo su peso y me habría aplastado. Afortunadamente, murió cuando yo acababa de nacer. (...)
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CUERPOS EN REPOSO Y EN MOVIMIENTO   Siddharta Mukherjee
Traducción de Mario Arrubla

A finales de los años 1920, el fisiólogo Walter Cannon acuñó la palabra “homeostasis” –uniendo los términos griegos homoios (similar) y stasis (quietud). Siguiendo a Cannon, los teóricos abrazaron la idea de sistemas auto-correctores, resistentes al oleaje, al zarandeo de las fuerzas de cambio. El botánico inglés Arthur Tansley acuñó la palabra “ecosistema” en 1935; el mantenimiento de la estabilidad pronto sería descrito como una de las propiedades cardinales de los sistemas ecológicos. Los economistas empezaron a relacionar homeostasis con los mercados auto-correctores; el matemático Norbert Wiener observó que las máquinas y las criaturas podían estar gobernadas por sistemas autónomos de control estabilizados por circuitos de retroalimentación. Las células, las ciudades, las sociedades, incluso las instituciones políticas –todas tenían la capacidad de mantener constantes sus condiciones internas por medio de acciones autorreguladoras y de fuerzas compensatorias. Y la Reina de Corazones de Lewis Carroll era su soberana simbólica. (...)
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                                                                                                                                                               NATURALEZA  Julio Neijens
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El MENTIROSO  Tobias Wolff
Traducción de Mario Arrubla

Me preguntó qué hacía yo en esa ciudad y le respondí que trabajaba con refugiados del Tíbet. 
   “¿De verdad? ¿Y qué haces tú con una partida de tibetanos?” preguntó la mujer.
    “Me parece que hay muchos otros lugares adonde podrían ir”, dijo un hombre cerca de nosotros. “¿Por qué tienen que venir aquí? Nosotros no vamos allá”.
   “¿Qué haces tú con una partida de tibetanos?”, volvió a preguntar la mujer. 
   “Buscarles empleo, conseguirles casa, escuchar sus problemas”. 
   “¿Tú entiendes lo que dicen?”
   “Sí”.
   “¿Y hablas?”
   “Muy bien. Yo nací y fui criado en el Tíbet. Mis padres eran misioneros allá”.
   Todos quedaron en suspenso. Después de un corto silencio, dije en voz baja:
   “Los mataron los comunistas cuando invadieron el Tíbet”. 
   La mujer me dio palmaditas en el brazo. 
   “Está bien”, dije. 
   “¿Por qué no dices algo en tibetano?”
   “¿Qué quiere que diga?”
   “Di: La vaca saltó sobre la luna". Me escuchó, sonriendo, y cuando terminé de decirlo
​miró a los otros y sacudió la cabeza. “Eso es bello. Parece música. Di algo más”.  
(...)
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ESPERANDO A LOS BÁRBAROS   Constantin Kavafis
(Versión editada por Mario Arrubla con base en la traducción de José M. Álvares confrontada con traducciones al inglés y al francés)

¿Qué estamos esperando, congregados en el ágora?

         Hoy llegan los bárbaros.
 
¿Por qué el Senado está paralizado?
¿Por qué los senadores no legislan?
 
         Porque hoy llegan los bárbaros.
         ¿Para qué van a legislar los senadores?
         Cuando lleguen los bárbaros, ellos harán las leyes.
 
¿Por qué nuestro Emperador se ha levantado al alba,
y luciendo su corona, en su alto trono,
a la entrada de la ciudad espera solemne? 
        
         Porque hoy llegan los bárbaros
         y nuestro Emperador recibirá a su líder.
         Le entregará, a manera de tributo, un pergamino,
         con toda suerte de títulos
         y con las más altas distinciones.
 
¿Por qué los dos cónsules y los pretores
visten sus togas púrpuras, de preciosos brocados?
¿Por qué lucen pulseras de amatistas
y brillantes anillos de esmeraldas?
¿Por qué llevan espléndidos bastones
con hermosos grabados de oro y plata?
   
         Porque hoy llegan los bárbaros.
         Y esos lujos deslumbran a los bárbaros.
 
¿Por qué nuestros oradores más ilustres
cesaron de perorar como acostumbran?
   
         Porque hoy llegan los bárbaros.
         Y a los bárbaros les choca la retórica
         y les aburren a muerte los discursos.
 
¿Por qué tanta inquietud, tanto alboroto?
(¡Qué gravedad hay en todos los rostros!)
¿Por qué la multitud
desocupa de repente plazas y calles
y todos vuelven sombríos a sus casas?
 
         Porque cae la noche y no llegan los bárbaros.
         Y gente venida de la frontera
         dice que ya no hay bárbaros.
 
Y ahora, ¿qué será de nosotros sin los bárbaros?
Quizás ellos eran una solución, después de todo.

EL BENEFICIO DE LA DUDA  Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla

ImagenDibujo de Titus Neijens
Mr Willoughby encontró un asiento libre en el coche salón del tren y prestamente se acomodó en él. Hasta aquí, pensó agradecido, las vacaciones eran todo un éxito. Ni un asomo de los dolores de cabeza que tanto lo atormentaran durante el último año. Ni rastros del aro de hierro que le oprimía el cráneo, del martillo que se lo golpeaba, del taladro que se lo perforaba.
   “Tensión nerviosa”, había dicho el médico. “Físicamente usted está perfectamente sano, pero se pasa el día en su escritorio cavilando en un problema tras otro hasta que la mente, como un muelle presionado, está a punto de saltar. Luego se lleva los problemas a casa y les sigue dando vueltas hasta la extenuación. No duerme bien, ¿verdad?”  
(...)
                                                                                                                            

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EL ÚLTIMO SAINT-OUEN 29  Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla


Fue un mal momento. Ese café de la Rue de Rivoli cerca del hotel Meurice me había parecido tentador. Ocupé una de las mesas de la terraza, y un momento después, al mirar casualmente hacia la mesa vecina, me encontré con los ojos de una joven que me miraba sorprendida. Era Madame Sophia Kassoulas. De repente, el pasado irrumpió ante mí como un genio monstruoso salido de una botella. La impresión fue tan grande que sentí que mi rostro se vaciaba de sangre. En un instante Madame  Kassoulas estu-vo a mi lado. (...)
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                                               Dibujo de Titus Neijens
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LA APUESTA  Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla

  La oportunidad se presentó para Hugh cuando Raymond se embarcó en una exposición sobre los ardides que se emplean para realizar escapes. Eran innumerables, dijo. Casi cualquier cosa de la que se pudiera echar mano podía resultar efectiva. Un alambre, un trozo de metal, incluso un pedazo de papel –en una u otra ocasión él había utilizado todos esos recursos.
   “Pero entre todos ellos”, dijo con repentina solemnidad, “hay uno por el que yo apostaría mi vida. Extrañamente, es uno que no puede verse, que no puede tenerse en la mano –de hecho, para muchos ni siquiera existe. Sin embargo, es el que yo he utilizado más a menudo y nunca me ha fallado”.
   El doctor se inclinó hacia adelante, los ojos brillantes de interés. “¿Y es—?”
   “Es el conocimiento de la gente, amigo mío. O, en otras palabras, el conocimiento de la naturaleza humana. Para mí es tan vital como para usted el bisturí”. 
(...)
 
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LAS SIETE VIRTUDES CAPITALES  Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla

​P. O. D. Evergreen dijo, “Sí, y el resto de los llamados vicios se revelan también como las más sólidas virtudes si los miras desde una transmutación de valores inteligente y honesta. De la avaricia o codicia ni siquiera es necesario hablar: todo hombre de mérito es en el fondo un codicioso. La  gula y la  lujuria gozan hoy de un amplio reconocimiento –hablando en términos prácticos, por supuesto. El hombre Evergreen Enterprises que asiste a una convención o que está en viaje de negocios es el representante de la compañía para todos los efectos. Si es capaz de comer más, beber más y copular más que todos los representantes de la competencia, el prestigio que él gana repercute en la imagen de la compañía, lo que favorece los negocios. Por supuesto, nosotros lo aviamos con una clara ventaja. Aquí deseamos que se entregue a esas actividades despreocupadamente, sin culpas ni inhibiciones. Nadie le pedirá que responda por su cuenta de gastos de representación o por sus costumbres. Es un hombre por completo libre, un hombre superior. (...)

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A VOUS LA BALLE  Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla

La historia de Madame Lagrue, la más próspera y tristemente célebre marchante de malos cuadros de Butte Montmartre; de O’Toole, el pintor desnutrido; de Fátima, ­la modelo vengativa que amaba a O’Toole, y de lo que pasó entre ellos, comienza propiamente en la galería de Madame Lagrue en la calle Hyacinthe. (...)
​                                              
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                                               Dibujo de Titus Neijens

LA PREGUNTA  Stanley Ellin
Traducción de Mario Arrubla

Yo soy un electrocutador… Prefiero este término al de verdugo; pienso que las palabras hacen una diferencia. Cuando era niño, los que enterraban a los muertos eran sepultureros, luego con el paso del tiempo
​se convirtieron en empleados de pompas fúnebres, y eso es bueno para ellos. (...)     
                                                                     
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